Hace dos días que hospedo a una pareja de Nueva Caledonia
(una isla al este de Australia). Esta tarde, Marion me ha regalado una revista
de la National Geografic. Leyendo dicha revista, me topé con un artículo de
Jeffrey Gettleman que trata sobre la situación de los habitantes del Congo
Oriental. En la foto principal hay tres chicos de no más de 12 años. Son niños
soldados que patrullan la mina de oro de Bavi. Estos chicos no deberían estar
con un arma en la mano, portando una mirada fría y cruda seguramente producto
de todo lo que han padecido. Por supuesto que no es la única situación en la
cual la infancia es abusada, corrompida y utilizada por HDP (no encuentro
adjetivos acordes) que no les importa ni un poquito la vida de esos niños. En
todo el mundo hay situaciones de vulnerabilidad de los derechos de los niños ya
sea en mayor o menor medida.
Antes de decidirme a escribir estas líneas estuve pensando
en que todos somos responsables. ¿Cuál es la solución a tanta injusticia? ¿Qué
hacemos para cambiar esta realidad? ¿Cómo podemos cambiarla? ¿Hasta qué punto
nos hacemos cargo, si es que lo hacemos? ¿Acaso deberíamos mirar simplemente
hacia otro lado? Sin duda es más fácil sentir “pena” por estas situaciones y
seguir viviendo como siempre, o vivir en la ignorancia consciente (que en ese
punto ya ni siquiera es ignorancia). Entonces, ¿Qué hacer? ¿Decidir luchar
solamente por “los suyos”? Y no creo que haya mejores o peores en función de lo que cada uno
hace por el otro. Cada persona debe obrar en función de su consciencia y sus
intereses.
Comprendo que ya he escrito muchas preguntas y tal vez sea
momento de empezar a exponer mis respuestas. Me pongo a pensar en mi proyecto
(que a esta altura es el proyecto de mucha gente que ya me está apoyando
incluso antes de iniciar) y entonces surgen nuevas preguntas. ¿Qué se puede
edificar a través del mismo? No estoy interesado en llevar a cabo un trabajo
que no brinde frutos de cambio. No puedo ser tan necio de creer que solo, voy a
lograr una mejoría en la situación de los niños. Pero tampoco puedo ni quiero
conformarme con intentar algo que tal vez parece “lindo” o “interesante” y nada
más.
¿Cómo voy a ir a hablar sobre los derechos del niño a chicos
que no tienen para comer o beber? ¿Cómo puedo pretender que se interesen por
los derechos si no tienen las necesidades básicas satisfechas y son esclavos
del sistema? Hay cosas que no tienen explicación. ¿Bastaría con jugar un rato,
brindarles sonrisas, un buen momento o la posibilidad de recibir una carta
escrita por chicos de otro país? Tal vez sea positivo, que no es lo mismo que
decir que alcance o sea suficiente. No puedo conformarme con eso.
Estoy convencido que mediante “Creciendo con Derechos” puedo
lograr algo. El cambio que planteo es totalmente gradual. No descubro nada
diciendo que solamente con escribir los derechos del niño en un afiche, estos
se respetarán o se generará una transformación de fondo. Por una cuestión
lógica inherente a estar viajando, no puedo permanecer demasiado tiempo en un
sitio determinado. Es por ello que voy a necesitar la colaboración y compromiso
de cada institución, ONG, o docente que participe en el proyecto. Este trabajo
mancomunado deberá ser a largo plazo, constante. El dar conocimiento de los
derechos servirá para que abran los ojos, comprendan cuál es su situación, y la
lucha por los mismos llegará con el tiempo a través de la internalización, la
reflexión y el debate.
Quisiera tener la capacidad y el poder de cambiar la mirada
de los niños de la foto (que miran por millones de otros niños) pero solo, no
puedo. No intento sobre estimar mi capacidad, ni pecar de ambicioso o
arrogante. Considero que cada uno debería desde su individualidad, hacer algo y
de esa manera todos juntos tal vez lo logremos.
¿Es imposible? No, es una utopía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario